sábado, 25 de septiembre de 2010

Discurso y cifras en el desastre de muertes masivas en el Estado Vargas de 1999


Por: Xiomara Espinosa López *

En conferencia realizada en la sede del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) sede DF el antropólogo e historiador Rogelio Altez, mostró los resultados de su investigación titulada “Muertes bajo sospecha. Discusión acerca del número de fallecidos en el desastre de 1999 en el Estado Vargas en Venezuela”.

El acto comenzó con la presentación del conferencista, la cual estuvo a cargo de la Dra. Virginia García Acosta, directora general del CIESAS, quien proporcionó datos del currículum del ponente e hizo algunos comentarios a los trabajos publicados, después cedió la palabra al antropólogo quien dio inicio con su conferencia.

Rogelio Altez señaló que “este trabajo es el resultado de una aproximación cualitativa de convivencia con la zona de desastre, yo vivo en Estado Vargas y además soy parte de los sobrevivientes de la tragedia, de forma tal que además de lo que implica la ironía de parecer un desastre siendo especialista en el tema, implica también un proceso indivisible e ineludible de una lectura cotidiana permanente y una convivencia con el contexto que de una forma u otra van alimentando interpretaciones y esto es ciertamente el resultado de esta aproximación etnográfica a un contexto que de una forma u otra está todos los días lanzando variables para que uno pueda aproximarse a él”.

LAS RAZONES PARA INVESTIGAR

El Mtro. Altez consideró que para el desarrollo de la investigación, en primer lugar existió un criterio etnográfico, pero que al mismo tiempo es cualitativo, ya que parte de un proceso cotidiano de convivencia con el contexto.

La segunda variable que impulsó el trabajo, fue el hecho de que existen dudas razonables ante la disparidad de las cifras presentadas, “puesto que no estamos hablando de kilos de papas sino de personas”, comentó.

También explicó que “existió un criterio técnico práctico que tiene que ver precisamente con una observación propia del proceso mismo de los aludes torrenciales, es decir, una lectura a partir del razonamiento sobre los momentos del evento. Estas reacciones pueden ser la respuesta inmediata de las personas frente a lo que podemos llamar desastres de impacto súbito”. Para el maestro Altez lo importante fue “ver en qué medida lo súbito ha permitido que una respuesta de la gente pueda inclusive servir de mecanismo de defensa”.

La variable que tuvo más peso para Altez al momento de realizar la investigación fue “la necesidad analítica de comprender críticamente los desastres de muertes masivas, es decir, aquello que hemos catalogado o que ha sido catalogado incluso técnicamente como desastres de muertes masivas, parece estar asociado a cifras que no necesariamente corresponden con la noción de masiva o de gran cantidad de muertes”.

RECURRENCIA

Una vez explicadas las principales razones por las que se hizo la investigación el maestro, se refirió a que éste tipo de eventos tienen una recurrencia y que la región convive todo el tiempo con esta repetición de la amenaza, “evidentemente la cotidianidad de este tipo de eventos da cuenta de que la región convive con una amenaza que se repite y se repite además en forma desastrosa”. Para ejemplificar esto expuso algunos antecedentes hemerográficos del siglo XX, donde incluso hay otras evidencias de que se van repitiendo, “como el manejo de los medios de comunicación, en donde de una manera u otra aparecen las mismas cosas inclusive el tipo de titular”. Aquí se hizo un paréntesis para mencionar el manejo de la información que hacen los medios de comunicación, los cuales ya se van aproximando a un manejo contemporáneo del desastre como consumo.

Uno de los eventos donde el conferencista hizo énfasis fue el de 1951, ya que es mucho más emblemático porque es de una forma u otra el que se mencionó y se repitió, “ya no es solamente que ocurrió en el 51, sino que es emblemático por el hecho de que fue un deslizamiento que obstruyó la entonces carretera entre Caracas y la Guaira, que era el único medio de comunicación posible, dejó incomunicada la capital, disparó la construcción de la autopista Caracas- La Guaira que se hizo en dos años, la autopista inaugurada en 1953 fue la obra de ingeniería más cara del mundo en ese momento, y además también es importante que se haya disparado por un desastre eso es muy significativo”, añadió.

Continuando con la conferencia, el especialista en historia de los sismos y los desastres, expresó que la lectura de términos absolutamente técnicos, como los aludes torrenciales, va a ser un “argumento fundamental para comprender la respuesta de la gente y para también comprender en los razonamientos sobre el número de muertes. Además la idea de que la conformación de los flujos de sólidos tiene tiempos y momentos dentro del evento”.

CONTEXTO

Rogelio Altez expresó que algunas características contextuales del evento de 1999 también nos permiten comprender parte de los razonamientos de la gente. “Una lectura técnica también nos ayuda a comprender estas respuestas de la gente, es decir, todo este proceso de lluvias que además van llenando el cauce, hace que la gente sobre todo la gente que vive cerca pues observe que está pasando y se retire, nadie se queda esperando, mirando hasta que se lo lleva una piedra por delante y esto fue un comportamiento que pudo observarse in situ, la gente dice bueno ya hace muchas noches que esto se está anunciando, la gente no dormía en la casa sino que se retiraba y en el momento del alud pues la gente ya estaba mucho más retirada de manera que evidentemente son escasos los casos de gente que se quedó en el lugar”.

Además agregó “las características contextuales del 99 son determinantes para comprender lo que estamos tratando porque se trata de un contexto histórico diferente a los anteriores acontecimientos desastrosos, en tanto que en 99 hay una mayor cantidad de población, lo cual implica que los cauces encuentran mayor ocupación y mayor efecto, hay mayor desarrollo de viviendas y urbanismo, obviamente hay mayor vulnerabilidad; y sobretodo y quizá sea determinante el evento encuentra una coyuntura política conflictiva, lo cual impacta sobre el trato a la emergencia y sobre todo el discurso que se elabora sobre la emergencia y a partir de la emergencia”.

LAS CIFRAS

En cuanto al número de pérdidas en cifras Altez dijo “La magnitud del evento en cifras, indica que el Estado Vargas, fue dañado en más de 2 mil millones de dólares, y estamos hablando que de todo el estado Vargas solo tres entidades fueron las más golpeadas”.

Esta cifra estimada es importante para el razonamiento sobre las muertes que se dijeron había causado el fenómeno “les puedo señalar que las tres entidades más afectadas de todo el litoral donde se impactó, tenían para el momento del 99 la mayor de ellas 35 mil habitantes, otra mil y otra 18 mil, es decir estamos hablando de que cuando calculamos un número de víctimas de 50 mil en un Estado que tenía 300 mil habitantes, en donde sólo tres parroquias fueron afectadas ya esto nos da cuenta de una falta de por lo menos racionalidad en términos de lo que implica la logística”.

El conferencista puso como ejemplo lo siguiente “para entender sistemáticamente de qué estamos hablando, decir que hubo 50 mil muertos en una parroquia que tiene 30 mil es quizá bastante exagerado al mismo tiempo que hablamos de un porcentaje promedio de personas desplazadas, es decir, prácticamente una persona por vivienda alcanzó a ser movilizada desplazada de la región, de una región de 300 mil habitantes casi 80 mil personas fueron desplazadas”.

EL DICURSO COMUNICACIONAL

Dentro de lo que implica los impactos y los efectos del discurso comunicacional y la opinión pública de inmediato, los medios de comunicación manejaron el impacto como una tragedia capital, algunos de los ejemplos que el expositor utilizó fueron los titulares de algunos medios, que publicaron por ejemplo “dos mil desaparecidos tras las lluvias” y otro que difundió “pérdidas humanas incalculables”. Ante estos ejemplos indicó que “todos estos titulares de alguna forma van construyendo una perspectiva al respecto, que se alimentan además de la opinión oficial, pero al mismo tiempo van generando una misma masa discursiva”.

Dentro de este discurso comunicacional, como lo menciona Altez, los medios de comunicación manejaban diferentes cifras, que en ocasiones se contradecían, por ejemplo un titular que dice: “Urnas y fosas insuficientes para sepultar víctimas”, pero en un recuadro dice “personas fallecidas 250”, mientras que por otro lado hablan incluso de 7 mil desaparecidos”; este manejo de la información refleja una inconsistencia de los datos.

El investigador comentó que realizó una sistematización de las declaraciones, las cuales muchas de ellas las realizaron los responsables que son personajes públicos y que señalaban que el número de muertes era incalculable, más de 100, 250, 25 mil, 30 mil sepultados. “En ese momento, George Weber, que era presidente de la Cruz Roja internacional dijo que 50 mil. Ese fue el tope, interesante lo que hizo este personaje pues llegó al aeropuerto, se montó en un helicóptero, hizo sobrevuelo, se bajó del helicóptero y dijo -50 mil-. Entonces la estrategia seguramente fue haber visto ruinas. Como el impacto del desastre fue realmente muy conmovedor por la destrucción material, este personaje debió haber calculado por metro cuadrado cuántas personas podía haber. Es el número que menciona el discurso público, el máximo, el tope, la banda, no hay cifra oficial, oscila entre 15 y 50 mil lo que se ha dicho”.

Estas relaciones cuantitativas que se propusieron, que además estaban infladas con los números de desplazados realmente contribuyeron solamente a la magnificación de los cálculos pero nunca un cálculo ni una estimación sistemática ya que “son declaraciones que se hacen sin ningún tipo de herramientas y sin ningún tipo de perspectiva, es decir no hay tampoco la voluntad de ver cómo vamos a calcular esto, sino que de una vez empiezan las declaraciones y esto tampoco no está divorciado de lo que podemos observar como intereses al respecto. Y que con todo esto surgen un montón de dudas razonables que impulsaron la investigación, como decíamos a partir de estas aproximaciones y observaciones etnográficas se da cuenta de que es un disparate”, declaró Altez.

APROXIMACIÓN CUALITATIVA

Desde una aproximación cualitativa, Altez explicó que se pudieron hacer tres grandes preguntas a la gente, la primera ¿cuántas personas fallecieron en tu entorno familiar? Y la respuesta en prácticamente todos los casos, ninguna. La segunda ¿cuántas fallecieron en tu zona de residencia? Las respuestas fueron, -no pues ninguna afortunadamente-. La tercera ¿cuántas personas crees que murieron? -25 mil-.

Para la investigación esto fue realmente muy sorprendente, “el impacto del discurso independientemente de las fuentes y cómo se construyó crea una representación al respecto, -aquí hay 25 mil muertos o 30 mil o 15 mil, aunque no sea testigo de ninguno-”. Esto además implicó el desarrollo de búsquedas en fuentes de información, lo cual llevó a Altez al Archivo de las Medicaturas Forenses, especialmente la de Caracas, “sobre todo a partir del hecho de que a la Medicatura Forense fueron a parar todos los cuerpos rescatados y a partir del hecho de que en el caso de los desastres el levantamiento de los cadávere no se hace sin registrarse formalmente, para eso acompañaron en la labor de las medicaturas personas del Ejército Nacional, bomberos, defensa civil inclusive personajes del Ministerio Público. Aún cuando pensemos que las fuentes de la medicatura forense son confiables la mayoría de la gente inclusive insiste en que -si no se encontró el cuerpo es que está en el mar, fueron a parar al mar o están sepultados en algún lado-, de alguna manera u otra para la gente tenía que haber miles de muertos.

RESULTADOS

En las Medicaturas Forenses, el total de cadáveres rescatados fue de quinientos veintiuno, asegura Rogelio Altez, “de ellos hay 290 no identificados, más 231 identificados, en total de desaparecidos a partir de las denuncias de las personas y de la prosecución de esas denuncias, el seguimiento a esas denuncias terminó totalizando 331 desaparecidos. Entonces en la totalización simple si sumamos esta dos cosas me da 852 solamente, y sumando esto podemos pensar que hubo 852 muertos, no obstante esto hay que leerlo con más cuidado”.

Altez agregó que “El número de 521 cadáveres hallados es la actualización de todos estos cuerpos que fueron registrados en protocolos de identificación en las morgues. Conseguir estos protocolos en literalmente montañas de papeles asociados con las fotos de los cadáveres y hubo que ordenarlos y hacer un trabajo de rearchivación lo cual nos llevó a hacer las listas finales”.

Otro aspecto que conduce a la reflexión en la investigación, es el hecho de que “como en la mayoría de los casos la sociedad venezolana es cristiana, que además es practicante de su religión. Entonces, si pensamos en miles de muertes hablamos de cientos de miles de dolientes, esto ni siquiera tuvo un reflejo subjetivo y tampoco tuvo un seguimiento al respecto”.

El maestro Altez hizo también la reflexión relacionada con los intereses que se manejan al respecto, “ya que el entonces Cuerpo Técnico de Policía Judicial, 6 o 7 meses después tenía una lista que indicaba haber rescatados 382 cadáveres, mientras se hablaba de los 50 mil. Una de las acciones positivas que se hicieron fue la de colocar las fotos de los restos hallados para que los familiares fueran a identificarlos, pero lamentablemente dos días después fueron retiradas”.

Como un resultado de la investigación, Altez señaló que se elaboraron varias listas, “por ejemplo la lista de víctimas fatales, es decir de restos hallados, pero que nunca fueron publicadas. Hay una la lista que tiene un número correlativo, el número de protocolo de caso de estudio, la fecha del estudio, el nombre si es que tiene o si no fue identificado, la edad aproximada, el sexo, la causa de muerte que está codificada; hay diez tipos de muerte que están codificadas al final, la procedencia, es decir de dónde fue traído el cuerpo y el lugar de entierro, si fue entregado a sus familiares o si fue enterrado en algún lugar del cementerio con código”.

También Altez elaboró una lista de desaparecidos, que se hizo a partir de las denuncias que aparecen en la fiscalía general y que están las copias de esas denuncias en las morgues, “porque con el desaparecido que está en la morgue hay un nexo donde la gente podría ir a buscarlos. También se hizo con el correlativo, el nombre, la edad, el sexo y el lugar donde pudo haber desaparecido”.

En las reflexiones Altez notó que “la edad de los desaparecidos en este caso son todos muy jóvenes, inclusive niños”.

CONCLUSIONES

En cuanto a las conclusiones Rogelio Altez dijo, “podemos decir que por un lado tenemos estos 521 cuerpos, más 331 desaparecidos que me lleva pues a la suposición en una sumatoria simple de que solamente hubo 852 personas fallecidas. Concediendo una factibilidad no absoluta de posibilidad, es decir pensando que bueno esta relación pues no necesariamente es total y absoluta podemos pensar en una probabilidad no estadística de más o menos 700 muertos en total, la diferencia es abismal, pero es el resultado de una aproximación sistemática, de una investigación sobre todo a partir de las fuentes más confiables, y sobre todo y me parece esto fundamental de esta aproximación etnográfica y cualitativa al contexto del desastre”.

Las elevadas cifras que se lanzaron tanto en la opinión pública como para la representación de la gente contribuyen a la ayuda material internacional. “Un desastre de 200 kilómetros de destrucción no es lo mismo que un desastre de 50 mil muertos aunque sea la misma destrucción material, lo que conlleva a la ayuda material es que tenga elevado número de muertos, de manera que aquí implica el interés de sostener el elevado número de muertos y de no hacer nada al respecto para poder sistematizar las cifras”.

Altez indicó que “En Venezuela todavía no se han desarrollado o adquirido técnicas o estrategias para tratar desastres de muertes masivas, esto no es una ganancia ni una convención a nivel internacional, pero existen metodologías sobre todo a partir del tsunami del Sur Asiático, que permiten atender esto de una forma metodológica y segura. Sin embargo si pensamos que las ayudas internacionales manejan miles de millones de dólares y de euros, pues yo creo que va a ver muy poco interés en hacer de esto algo sistemático”.

Altez mostró su preocupación y dijo “Por otro lado el número de muertes no puede seguir siendo utilizado como una escala apreciativa de desastres, no podemos seguir hablando de un desastre de 300 mil muertos. Yo creo que esto nos conduce a todos los desastrólogos a hacer investigaciones para precisar estas cosas y para entender en qué contexto se construyeron estas cifras y éstos discursos”.

También destacó “que los familiares de las víctimas tanto de desaparecidos como de fallecidos, tienen el derecho de contar con una respuesta formal, pues es parte de la dignidad humana que no siempre está siendo atendida en estos casos y que ojalá en algún momento al menos a partir de esto pudieran sensibilizar a las autoridades al respecto”.

Como a modo de reflexión final dijo que “En el Estado Vargas no existe una posición oficial frente al número de fallecidos, ya que el tema se dio por cerrado”. Y concluyó agradeciendo a “todos los colegas que son antropólogos físicos vinculados a la morgue, que también colaboraron con esto, en lo que fue la sistematización de la información. Yo siempre dedico este trabajo a los fallecidos y a los desaparecidos, a la memoria de ellos y sobre todo a los familiares que han tenido dolientes”, finalizó.

Después se dio paso a una serie de preguntas y respuestas y luego se dió por concluida esta conferencia.

* Xiomara Espinosa López es estudiante de la Licenciatura en Periodismo de la Universidad de Colima, participa en el programa Verano de Innovación con la Empresa 2010 y es tesista becaria del proyecto Los huracanes en la historia de México: memoria y catálogo.

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